Las células cancerosas son sensibles al calor ya que su mecanismo de regulación térmica es muy pobre. El calor inducido por esta terapia, estimula la circulación sanguínea y la oxigenación propia del tumor. Como resultado, agentes citotóxicos (quimioterapéuticos), son distribuidos ampliamente y absorbidos con mayor eficacia por las células cancerígenas.

Además, como el tejido tumoral se ha vuelto más sensible por efectos del calor, la radioterapia será más efectiva.

En casos donde el tratamiento de radioterapia deba ser administrado en bajas dosis para proteger y preservar el tejido circundante, el uso de la hipertermia será efectivo como amplificador de la radioterapia. Incluso en casos de recaída, la hipertermia es una valiosa y considerada compañera de tratamiento, ya que el área previamente irradiada se vuelve más susceptible.

En los últimos años ha ido en incremento los estudios y proyectos investigativos relacionados sobre el uso de la hipertermia. Los resultados son prometedores; por lo cual, tanto los oncólogos como los radiólogos podrían hacer excelente uso de la hipertermia como un componente relevante, efectivo y complementario en el tratamiento del cáncer.

A diferencia de la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia, la hipertermia casi no tiene efectos secundarios. Después del tratamiento, puede ocurrir algo de cansancio. En casos raros, el aumento de la muerte de células malignas puede provocar ligeros picos de fiebre. La acumulación de sudor debajo de los electrodos puede provocar reacciones excesivas que produzcan quemaduras en la piel. Esto se puede evitar colocando una fina capa de material absorbente entre la piel y el electrodo.